Una pesadilla
En aquel tenebroso lugar solamente iluminado por la escasa luz que apenas traspasaba un polvoriento rectángulo de vidrio en la parte superior de la puerta, sentado en una silla, esperaba mirando hacia la puerta. ¿Qué esperaba? No sé. Tal vez que algo pasara. Mi voluntad estaba muerta. Una apatía total me dominaba. Si me hubieran preguntado: "¿Qué deseas hacer?", no hubiera sabido que contestar. A mi alrededor no había nada que me motivara a la acción, o que despertara mi curiosidad. Parecía ser un conjunto reunido al azar de objetos fuera de uso, todos uniformemente cubiertos de polvo, y algunos hasta con telarañas. ¿Por qué estaba allí? ¿Cómo había llegado allí? Esas eran preguntas para las que no tenía contestación. No era ciertamente para usar alguna de las cosas que en la semioscuridad podía entrever, porque todo parecía no haber sido tocado desde hacía mucho tiempo, como si hubieran dejado de tener alguna utilidad para el que en algún tiempo fuera su dueño.
La puerta se abrió con un largo crujido de bisagras que por mucho tiempo no habían recibido una gota de aceite. Una figura se recortó contra la luz del exterior. Aún vista a contraluz, se podía deducir que era una persona anciana por lo encorvado de su postura y por el bastón en que apoyaba una de sus manos. Era un hombre que con cansados pasos entró unos metros en la habitación. Parecía estar vestido con una bata que le llegaba hasta las rodillas y que dejaba ver la parte inferior de unos pantalones, mientras que sus pies estaban enfundados en unas chinelas de las que se usan dentro de la casa. En la cabeza una rala cabellera ya canosa se mostraba desordenada como si no se hubiera molestado en peinarse.
– ¿Quién eres? ¿Por qué estoy aquí? – pregunté.
– Soy tú, cuando ya no te quede nada por hacer – me contestó.
– Pero yo no puedo estar acá. Tengo muchas cosas que hacer: mis clases, mis reuniones, pagar mis deudas, los impuestos ...
– Tal vez ahora tengas cosas para hacer, pero no siempre será así. Llegará un momento en que tengas que dejar este mundo porque ya tu utilidad en él se haya acabado, como todas estas cosas que ves a tu alrededor.
– ¿Y qué estoy haciendo ahora aquí? Me falta mucho para ser como tú.
– Estás aquí para pensar. ¿Te acuerdas lo que te decían tus padres cuando eras pequeño y hacías algo que a ellos no les gustaba?
– Sí, me decían: "Vete a tu cuarto y quédate ahí a pensar".
– Bueno, para eso estás aquí: para pensar en todas las cosas que no deberías haber hecho.
Ni bien hubo terminado de decir esto, apareció entre él y yo una esfera luminosa, una gran bola de luz que, al estar yo sentado, quedaba justo delante de mis ojos. Dentro de esa bola me vi a mi mismo en distintas etapas de mi vida.
Vi cuando era adolescente e iba a una reunión donde todos mis amigos bailaban y yo no, porque era demasiado tímido para invitar a una chica. Vi cuando era adulto y estaba casándome porque las exigencias sociales así me lo imponían, sin pensar si era lo que realmente me convenía hacer. Vi cuando ya tenía hijos y mis hijos me hablaban, y yo no les prestaba atención. Vi cuando en el trabajo mi jefe me hablaba desconsideradamente y yo lo aguantaba porque necesitaba el sueldo ya que tenía una familia que mantener. Vi cuando mi esposa esperaba un gesto afectuoso de mi parte y yo no se lo daba. Vi cuando me abandonaba, cansada de mí, y yo no se lo impedía porque así me lo decían mis códigos.
Todo eso vi y muchas otras cosas que no debería haber hecho, y que fueron cargando con piedras de arrepentimiento la mochila que todos llevamos a cuesta. En un momento dado un fuerte timbre me despertó y era el despertador que me indicaba que ya era hora de ir a trabajar. Me levanté apresuradamente. Me afeité, me bañé, tomé el desayuno y al poco tiempo ya me había olvidado de la mayor parte de lo soñado. Con el correr de las horas, sólo un confuso recuerdo quedó de esa pesadilla.
Es una gran suerte que no nos acordemos de todas las cosas que no deberíamos haber hecho, porque si no el peso de la mochila que cargamos sería tan grande que terminaríamos tirados en el suelo.