Policía 2050
Al despertarme y mirar por la ventana de mi departamento, vi el mismo panorama que me esperaba cada mañana el ochenta por cierto de los días: un cielo completamente nublado sobre los techos de las casas y edificios que se sucedían uno tras otros hasta el horizonte. Desde que el calentamiento global se había apoderado del planeta, los días de sol y cielo límpido eran cada vez menos frecuentes. El otoño, en otra época mi estación favorita, era ahora una sucesión de días lluviosos o simplemente nublados. El viento que antes arremolinaba las hojas caídas de los árboles, ahora las encontraba pegadas al suelo humedecido por la última lluvia. Lo que no había cambiado era la necesidad de levantarse todos los días y salir a la calle a ganarse el pan. Mi trabajo en el Departamento de Policía de la ciudad era ciertamente cada año un poco más difícil debido al constante aumento en la tasa de delitos, producto del creciente empobrecimiento de la población que llevaba a personas comunes y normales a abandonar la buena senda para internarse en el mundo de la delincuencia. Cuando la persona se encontraba pobre y sin posibilidades de trabajar le quedaban solo dos caminos: la delincuencia o una vida miserable dependiente de la caridad estatal.
Me bañé, me vestí y desayuné en la cocina del departamento. En la sala de estar me esperaba Manolo, el androide que se me había asignado como compañero en mi tarea de patrullar una zona de la ciudad. Su verdadero nombre era una combinación de letras y números difícil de recordar, por lo que yo le había ordenado responder al nombre de Manolo. Manolo era mi conexión con las bases de datos que se habían implementado con la intención de ayudar a la tarea policial: patentes de vehículos, huellas dactilares, registros impositivos, llamadas telefónicas y otros datos se guardaban y actualizaban para ayudar a identificar a una víctima o un sospechoso. Manolo disponía de capacidades sensoriales que excedían las de un ser humano y eran útiles a la hora de efectuar el relevamiento de una escena de crimen. Así por ejemplo con sólo recorrer un lugar podía levantar las huellas dactilares de los objetos que se encontraban en el mismo y pedir a la central que buscara su origen. También podía realizar tareas forenses como examinar a la víctima de un asesinato y determinar la causa de su muerte y la hora aproximada de la misma.
Manolo disponía en mi sala de estar de un armario donde se recluía a la noche y se colocaba en estado de suspensión para recargar sus baterías. Reactivé a Manolo y bajamos en el ascensor hasta la cochera del edificio, donde se encontraba mi unidad de patrullaje, un híbrido de lo que en otras épocas eran un auto y un helicóptero. Arrancamos y salimos a la calle donde levantamos vuelo dando inicio a nuestra tarea de patrullaje. Habremos estado volando unas dos horas siguiendo la ruta almacenada en la memoria del piloto automático, cuando avistamos en la calle por la que pasábamos unas personas atacando a un hombre. Conecté la grabación que por un parlante les avisaba de nuestra presencia, y descendimos al nivel del suelo mientras veíamos a los atacantes dispersarse corriendo a toda velocidad. Para cuando salimos de la patrulla y nos acercamos al hombre tirado en el suelo, ya no estaba a la vista ninguno de los delincuentes. Nuestras órdenes en estos casos eran no perseguirlos dado lo infructuoso de dicha tarea. Su inmediata desaparición estaba garantizada por lo que era inútil ir tras ellos. Manolo examinó a la víctima y constató que todavía estaba con vida, así que lo subimos a la patrulla y lo llevamos al hospital más cercano para que el Servicio de Emergencias se hiciera cargo de él.
Ya mediando nuestro horario de trabajo, se escuchó un anuncio por la radio de la patrulla. Se había denunciado un asesinato en el número 345 de la calle 112 Este. Se pedía a las unidades cercanas que concurrieran al lugar. Como eso estaba dentro de nuestra zona, inmediatamente contesté que nos dirigíamos a ese lugar. Luego de estacionar frente a la dirección dada, requerimos del conserje del edificio los detalles del caso. Un vecino había escuchado una discusión a gritos en un departamento de su piso y luego el ruido de golpes y de cosas que caían. Cuando se asomó al pasillo, pudo ver que un hombre abría la puerta del departamento en cuestión y salía corriendo para descender precipitadamente por la escalera. Al asomarse por la puerta abierta, pudo ver al ocupante del departamento caído en el suelo. Volvió a su departamento y llamó al encargado, quien fue el que requirió la presencia policial.
Subimos hasta el departamento indicado y, efectivamente, había un hombre en el suelo que no daba señales de vida. Manolo verificó que estaba muerto y que la causa era un traumatismo craneano, es decir, un golpe en la cabeza. En una mesita colocada cerca de los sillones había una botella y dos vasos con restos de bebida. Una silla estaba volcada en el piso, probablemente derribada por el sospechoso en su precipitada huida. En una repisa colocada en una de las paredes se exhibían trofeos deportivos que señalaban al muerto como aficionado al golf. Uno de los trofeos estaba tirado en el suelo. En otra repisa había portarretratos que mostraban al muerto en su actividad de golfista y en reuniones con otras personas, presumiblemente amigos o parientes. Manolo registró las huellas dactilares en los vasos y el trofeo encontrado en el suelo. Pertenecían al muerto y a otro hombre que probablemente era el que lo mató. Fue ubicado entonces como el primer sospechoso, y su domicilio fue revelado por su registro impositivo.
A continuación, interrogamos al vecino que había dado la alerta, el cual no pudo aportar más datos dado que su visión fue muy fugaz y el fugitivo estaba de espaldas. Entonces Manolo procedió a escanear las fotos y pidió a la Central que realizara una búsqueda por imagen para identificar a las personas. Resultó que en una foto donde el muerto aparecía en actitud muy amigable con otro hombre y una mujer, ese hombre era precisamente el sospechoso. Tomó cuerpo entonces la sospecha de que el asesinato fuera producto de una discusión por la mujer con la que los dos hombres aparecían en la foto. Terminada la investigación en el lugar del crimen sin encontrar otros indicios, nos encaminamos al domicilio que teníamos registrado para el sospechoso. Cuando llegamos allí, lo encontramos con la mujer de la foto y en el acto de preparar su valija para, evidentemente, salir de la ciudad. Ante esto, inmediatamente lo arrestamos y lo condujimos a la Central bajo la acusación de asesinato para que fuera interrogado por los oficiales del caso.
El resto de la jornada transcurrió sin novedades, y al terminar nuestro horario volvimos a mi departamento donde Manolo se introdujo en su armario y yo, después de cenar, me senté cómodamente a mirar una película de casos policiales.