Muerte en el camino
Era noche cerrada. La carretera sólo estaba iluminada por la luz de las estrellas ya que la luna estaba ausente del cielo. A lo lejos se escuchó el ruido de un motor y, al cabo de unos minutos, un auto se hizo visible y terminó por detenerse al borde del camino. Un bulto fue descargado y dejado sobre la tierra. Luego el auto siguió su viaje.
A la mañana siguiente, Sebastián Igarzabal, oficial de policía, estaba en su casa desayunando cuando recibió un llamado del titular de la comisaría donde trabajaba.
– Sebastián, nos han comunicado del puesto de control en la salida de la ciudad que el conductor de un vehículo manifestó haber visto un cuerpo al costado del camino, a unos pocos kilómetros del puesto. Te esperamos para ir hasta allí a ver de qué se trata.
Cuando llegaron hasta donde estaba el cuerpo, resultó ser el de una mujer que estaba muerta. El comisario se comunicó por radio con un subalterno y pidió que mandaran al equipo forense y una ambulancia para llevar el cuerpo a la morgue. Mientras esperaban que estos refuerzos llegaran, examinaron las pertenencias de la muerta y pudieron así determinar quién era y donde vivía. De vuelta en la comisaría, el comisario pidió a Sebastián que fuera hasta el domicilio de la occisa. Allí lo atendió un hombre quien dijo ser el esposo de la mujer. Manifestó que su esposa había salido la noche anterior con unos amigos, ex compañeros de la secundaria, y que no había vuelto a su casa. Con la preocupación natural, dijo que estaba pensando ir a la comisaría ir a la comisaría a denunciar su desaparición para que la buscaran. Cuando se enteró que estaba muerta, quedó muy impactado por la noticia y presa de un ataque de llanto.
El informe de los forenses indicó que la muerte no había sido natural, sino causada por estrangulamiento. Decía también que había indicios de forcejeo y que se estaba realizando un análisis de ADN de lo encontrado en las uñas de la víctima. El esposo, por su parte, había suministrado algunos nombres de los amigos de su mujer y el lugar donde se iba a realizar la reunión. Sebastián consiguió el teléfono de una de las amigas que habían concurrido y habló con ella. Esta persona le informó que al terminar la reunión, la víctima se había ido con uno de los compañeros, quien se ofreció para llevarla hasta su casa. Dijo también que ella, la amiga, no hubiera aceptado la invitación porque el individuo en cuestión era una persona de mal carácter y de tendencias violentas. El comisario decidió pedir la declaración del hombre dado que, aparentemente, era el último que la había visto con vida.
Al prestar declaración, el hombre dijo que no la había llevado hasta la casa porque tuvieron una discusión y la víctima le pidió que la dejara en una parada de colectivos. Justificó unos rasguños que tenía diciendo que eran obra de un gato. Antes de dejarlo ir, se le tomó una muestra de ADN que resultó coincidente con lo que habían encontrado los forenses. Citado a declarar por segunda vez, esta vez en calidad de sospechoso, y confrontado con el informe forense, el individuo terminó confesando que se había ofrecido a llevarla porque durante la reunión había estado muy amable, lo cual lo hizo pensar que estaría dispuesta a tener intimidad con él, esperanza que luego se mostró infundada dado que cuando él quiso avanzar en ese sentido, ella se negó rotundamente y además se burló de él por haber tenido esos pensamiento. Esto lo sacó de sus cabales, y en su afán de callarla, terminó por estrangularla.