La noche silente
Era ya bastante avanzada la noche. Nada hacía prever que esa noche fuera diferente de todas las otras noches por las que me había tocado pasar. Sin embargo, antes de que cayera la oscuridad que ahora rodeaba a la casa impidiendo ver algo del exterior, cuando la luz del sol se iba amortiguando mientras el astro descendía debajo del horizonte, algo diferente había ocurrido. La algarabía que todos los días indicaba que los pájaros se preparaban para dormir, esta vez no había ocurrido. Mientras el sol descendía, justo antes de desaparecer, el silencio había reinado como si los alados animales estuvieran absortos observando su partida. Dicen que los animales tienen sentidos de los que carecen los humanos y que les permiten anticipar las grandes catástrofes naturales, como los terremotos.
Cabe reconocer las limitaciones del conocimiento humano, a pesar de la soberbia con que los hombres creen conocer todo lo que hay para conocer. Pocos tienen la honestidad intelectual de Sócrates, que enterado de que el oráculo de Delfos cuando fue preguntado si había alguien más sabio que Sócrates, contestó que nadie era más sabio, en lugar de envanecerse por esa respuesta, inmediatamente se dio a investigar la razón de la misma. Interrogó a los poetas, a los artesanos, a los políticos y a los oradores, llegando a la conclusión de que lo que el oráculo había dicho, era porque él, Sócrates, sabía que no sabía nada, a diferencia de los otros que se consideraban a sí mismos sabios. De esta historia es que se derivó la conocida frase que comúnmente se cita como la explicación que Sócrates dio del dictamen de la pitonisa: "Sólo sé que no sé nada".
Permaneciendo insomne en medio de la noche, noté que una claridad comenzaba a surgir en el horizonte, como si la luna se levantara tras la masa de árboles que conformaba el bosque al borde del cual se encontraba la casa. Pronto se vio que no era la luna, sino un objeto volador no identificado, un platillo volador, cuya entera figura brillaba con un resplandor que contrastaba con el oscuro cielo. Se desplazó silenciosamente hasta colocarse sobre el camino de acceso a la casa y una columna de luz descendió de él hasta el terreno. Un objeto descendió dentro de la columna luminosa hasta posarse en el suelo y, cuando lo hubo hecho, la columna desapareció y el platillo velozmente emprendió vuelo hasta perderse en el cielo.
A la mañana siguiente, cuando ya a la luz del día me aproximé cautelosamente al envío alienígena, pude ver un objeto oblongo de aproximadamente un metro de largo por medio metro de alto. Al acercarme distinguí una pantalla en la que una frase brillaba mientras se movía apareciendo por la derecha y corriendo hacia la izquierda. "Presione el botón" era la frase que incansablemente aparecía por un lado y desaparecía por el otro. Debajo de la pantalla un gran botón era indudablemente al que se refería la indicación. Con gran recelo hice lo que se me indicaba y la parte superior del objeto se levantó, mientras sonaba una serie de tonos musicales al estilo de "Encuentros cercanos del tercer tipo". Se pudo ver entonces un objeto con forme ovoide cuya superficie estaba cubierta por múltiples botoncitos y lucecitas que se prendían y se apagaban. Este objeto ovoide se encuentra hasta ahora en manos de los investigadores de la Universidad Estatal, quienes continúan extrayendo de él los conocimientos que fueron legados a la Humanidad y compartiéndolos con otros centros de investigación en todo el mundo. No saben cuándo darán fin a su tarea.