La esperanza
Ayer encontré una rosa
la rosa hoy está mustia.
Todo verdor perecerá.
Mi cuerpo un día ya no estará.
¿Qué puedo pensar
de lo que mañana ocurrirá?
Si a la angustia me abandono
diría que nada se puede hacer,
que todo en mala forma acabará.
E inerme en mi lecho yaceré,
sin siquiera un motivo
para levantarme y caminar.
Pero no es esa la forma de ser
del ser que humano es.
Si así fuera no existiría
esto que llamamos humanidad.
Todo lo que conocemos
como civilización, en Occidente
comienza con los griegos
que hace veinticinco siglos
comenzaron a pensar.
Entre su legado se encuentra
el mito de Pandora,
la mujer que por su curiosidad
liberó todos los males del mundo.
Pero una cosa permaneció
junto a los hombres
desde entonces: la esperanza,
que es lo último que se pierde.
La esperanza es lo que nos permite
continuar en el camino,
nos ayuda a enfrentarnos
con el dolor y el trauma,
nos protege de la depresión.
Es lo que nos mantiene
con vida, pero no es
un optimismo irracional,
no es el "todo va a salir bien",
con el que se consuela
a un infante al que se lee
un cuento para que se duerma.
Es un optimismo realista,
que nos asegura que alguna manera
encontraremos para salir de esto
que hoy nos atribula.
Las cosas malas suceden
y las decepciones ocurren,
pero son algo momentáneo
y al final, superables.
La esperanza significa negarnos
a dejar que la ansiedad
y la depresión nos venzan.
Una historia contaré
que tal vez a una poesía no convenga.
Pero hubo una vez un hombre
de la lejana Albión
que en el siglo pasado dejó
un ejemplo para los hombres
de todas las naciones.
Cuando estudiante fue tres veces
reprobado en los exámenes
de lengua inglesa, y sin embargo,
ya muy mayor, escribió
una monumental historia de su país.
Varios fracasos sufrió
en su carrera política
y todos los superó, hasta que,
cuando comenzaba una guerra
de las más cruentas que la historia
registra, y su país se encontraba solo
ante una amenaza al parecer invencible,
fue nombrado como el primer ministro
que debía hacer frente a esa amenaza.
Ese hombre era Winston Churchill.
Cuando Churchill fue invitado
a dirigir la palabra a los alumnos
de la escuela donde había estudiado,
este fue el mensaje que les dejó
como lo más importante en la vida:
"¡Nunca se rindan!"