Hasta la cumbre
Aquí estaba de nuevo, frente a la puerta que ya muchas veces había atravesado, y con un ramo de flores en la mano. ¿Pero es que nunca aprendería? Debería saber a esta altura que con un ramo de rosas no conseguiría solucionar nada, que lo que ya antes había ocurrido volvería a ocurrir y que gastar dinero en flores no iba a arreglar nada. Los griegos, aquellos griegos de frondosa mitología, lo habían ejemplificado hacía muchos milenios con el mito de Sísifo. Sísifo era el rey de Corinto (también conocida como Efira), que fue condenado a morir por Zeus a raíz de haber delatado al rey de los dioses griegos cuando éste raptó a una hija de Asopos. Asopo era un mortal, hijo de Poseidón y Celusa, que casó con Metope, una ninfa hija del dios-río Ladón. Con ella tuvo numerosa descendencia, entre la que destacan las ninfas que fueron objeto del deseo de los dioses.
Cuando una de sus hijas, Egina, fue raptada por Zeus convertido en águila, Asopo salió en su búsqueda, harto ya de las desapariciones de sus hijas. Sísifo, prometió informarle de su paradero si proporcionaba a su ciudad un manantial permanente con el que abastecerse. Así, Asopo creó el manantial de Pirene y Sísifo le contó todo lo que sabía. Zeus castigó esta indiscreción ordenando la muerte de Sísifo, pero éste consiguió con su astucia evadir la muerte en esta oportunidad. También lo hizo cuando, atrapado de nuevo, debía cruzar el rio Estigia en la barca de Caronte, quien llevaba a los muertos al inframundo, el reino de Hades. Pero Sísifo había instruido a su esposa para que no pudiera pagar a Caronte sus servicios, por lo que fue devuelto al mundo de los vivos.
Cuando finalmente Sísifo fue atrapado por tercera vez, Zeus decide darle un castigo ejemplar, que consistía en que debía empujar una roca cuesta arriba hasta la cima de una montaña pero, antes de llegar a la cima, la roca volvía a rodar hacia abajo, hecho que se repetía una y otra vez eternamente. Este mito fue retomado por Albert Camus en el siglo XX, quien lo interpretó como una metáfora de la vida contemporánea, en la que el hombre está condenado a repetir una misma tarea, una y otra vez. Camus reflexiona sobre una pregunta que se repetía en la filosofía de su época: ¿cuál es el sentido de la vida? Uno de los conceptos centrales de su obra es el absurdo, que nace de la búsqueda de un sentido por parte de un hombre.
La sensación de que la vida no tiene un valor o un significado es a lo que Camus llama "lo absurdo". Lo absurdo surge cuando el hombre nota que no puede entender el mundo. La clave es rebelarse contra lo absurdo, no negándolo o evadiéndolo, sino viviendo la vida al máximo a pesar de ello. Abrazar lo absurdo implica conseguir una libertad profunda ante la vida. Por eso estaba yo allí, pronto a levantar mi mano para presionar el timbre que haría que se abriera la puerta para darme una nueva oportunidad de llevar la roca hasta la cima, de encontrarle un sentido a la vida, a sabiendas de que la roca podía volver a rodar hasta la llanura y que de nuevo me encontraría solo y a la deriva sin tener alguien a quien tomar de la mano y caminar juntos por este absurdo mundo en el que nos encontramos viviendo sin saber porqué. Pero esa es la pregunta que cada uno debe contestar por su cuenta: ¿debo seguir viviendo o es mejor abandonar esta vida sin sentido? Como dijo Camus: "No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir algún manual de la felicidad."