El campo
La campiña se extendía, yerma y seca. Ni una gota de verdor podía verse en ella. Sólo tallos agostado por el calor, amarillentos por el sol, encontraría quien por ella atravesara. El sol azotaba el paisaje con total inclemencia. ¿El camino? Una cinta de tierra seca, convertida casi en arena, por la que nadie transitaba. Un alambrado le hacía compañía durante algunos kilómetros y en un punto se interrumpía para dejar espacio a una tranquera. Detrás de la tranquera no había mucho que ver. Un sendero, apropiado sólo para un carro, llevaba hasta "las casas", como presuntuosamente se llamaba a un galpón y una vivienda, esta última bien humilde por cierto, pero con paredes de ladrillo y techo de zinc, signos de que en alguna época las cosas habían sido mejores. El galpón, una construcción gris y rectangular con una estructura metálica que sostenía las chapas, tenía sus paredes hechas de adobe. Servía de albergue para un sulqui y el único caballo con que contaba, tanto para tirar del sulqui como del arado. También se guardaban ahí los aperos de labranza, pero estos hacía rato que no se ocupaban. El sulqui, bastante deteriorado y con poco mantenimiento, alcanzaba todavía a cumplir sus funciones. La interminable sequía hacía inútil todo intento de labrar la tierra. Juan se asomó a la puerta de la casa. Magro y escueto, su apariencia denotaba lo escaso de su alimentación. Ya había terminado de empacar sus pocas pertenencias. Muchas cosas las había convertido en dinero para poder seguir sobreviviendo y para vivir solo a kilómetros de cualquier vecino, no eran mucho lo que hacía falta. Unas cajas de cartón alcanzaron para meter todo lo que se podía llevar, las cuales sacó de la casa para después cargarlas en el sulqui al que previamente había uncido el caballo. Cerró el portón del galpón y puso la tranca cuya función era nada más que frenar el embate del viento. La puerta de la casa sí la cerró y aseguró con un candado, no fuera a ser que alguien quisiera ocuparla. La tranquera le dio paso para salir al camino y dejó que la cerrara luego de hacerlo. Sacudió las riendas y el caballo empezó a trotar para llevarlo al pueblo, donde tal vez consiguiera un trabajo del que vivir hasta que algún día pudiera volver a su chacra.