El camino
Comienzo el camino
lleno de esperanzas.
Estoy seguro de que he de llegar
¿Adonde? No sé. Pero confío
en que algún destino me espera
cuando llegue al final.
Ese destino será un buen destino,
no tengo dudas al respecto.
Tengo un buen carruaje
y buenos caballos.
A nuestros costados altos árboles
se levantan formando
un impenetrable bosque.
Sólo hay una manera de moverse:
hacia adelante.
El camino delante mío
se ve despejado y el terreno
está bien cuidado.
No hay en él nada de qué preocuparse
Alguien (no sé quién) se ha preocupado
de hacerlo transitable.
Solamente debo preocuparme
de azuzar a los caballos para que lo recorran.
Y los caballos me responden
como si supieran que todo está libre adelante.
Avanzamos agiles como el viento,
cuando delante de repente aparece
un obstáculo.
Un árbol ha caído y su tronco nos impide
avanzar, cruzado en el camino
que parecía tan fácil de recorrer.
¿Qué hacer ahora?, me pregunto.
Debo encontrar algún medio
para seguir avanzando.
De lo contrario, no podré llegar al
destino que me está esperando.
Desengancho los caballos del carruaje
y los ato al tronco que nos detiene.
Con alguna persuasión, consigo que
tiren del él y lo hagan a un costado.
Ahora la vía está libre y podemos
continuar nuestro camino.
Algún día, a alguna parte, llegaremos.
No pierdo la esperanza.